El encuentro esperado.

Suelo recordarlo en silencio, voy a mi memoria y me paseo por sus pasillos, trayendo a mi presente momentos del pasado; a veces suelo encontrarme momentos difíciles, pero en la mayoría de ocasiones hallo momentos de inigualable alegría, que iluminan excepcionalmente mi rostro en sonrisas de las que participan todos mis sentidos, reviviendo la tonada del aire que al respirar me trae aromas dulces y cálidos que saben a felicidad, aquellos momentos inspiradores que aguardan impasibles en los libreros del pasado para que, en un abrir y cerrar de ojos, unas manos inquietas los tome y se cargue con su imborrable huella.

Así me encuentro yo cada día, y espero que en mi rostro puedan verse los destellos de luz, porque está iluminado por la grandeza de la huella que ha dejado en mi mente aquella memoria que acalla las voces tristes del pasado que extrañan los momentos fugaces teñidos de turbios colores que a veces se toman la potestad de corromper la alegría de vivir y las enseñanzas dulces de los que ya se han ido. En aquel recuerdo brillante puedo verla a ella, veo su firme andar y su altiva mirada que adorna una vida evidentemente noble y admirable; veo sus manos que acarician las mías en tiernos toques que calman mi ansiedad con bellos destellos de amor fiel y leal. 

Mi vista se distrae deslumbrada por la belleza de su silueta y se fascina por la fuerza de su espíritu que le brota por los poros en cantos embellecidos por la magia inquietante de su amable sonrisa, aquella sensación triunfante de ver por fin materializados mis mas grandes anhelos calma mis dudas con la forma de un te amo en sus labios y la cercanía de su aliento que me aviva y me llena de ganas de seguir por el camino que se abre ante nosotros, con la certeza de que; sin ser el camino mas recto y llano, nunca tendré la necesidad de pedir una mano en la que apoyarme porque allí estará ella, llevándome de la tierra al cielo y trayéndome de vuelta a su lado, firme y constante. 

Hace poco tuve la inevitable obligación de despedir a un ángel, pero lo cierto es que durante aquella despedida hubo uno siempre cuidando mi costado, abrazado a mi, y siempre tuvo las palabras justas para que el dolor no fuera tan profundo y que la aceptación de un hecho que nadie quiere entender fuera mas llevadero; aquel ángel no ha parado de brillar y aún cuando mis manos sangren por el esfuerzo, ella estará ahí, no solo para besar mis heridas, sino para reemplazarme en la lucha diaria para que en el merecido descanso pueda deshacerme de mis miedos y mis pesares y volver a su lado a continuar la batalla de vivir. 

Todos esperamos encontrarnos ese ángel que nos llene la realidad de vida y de luz; que pueda señalar el camino, y que, si no lo conoce, pueda ofrecer su mano para acompañarnos; un ser al que los miedos mismos le teman, porque sabrán que el amor que surge cuando se posa un ángel a tu lado, es capaz de descubrir todas las sombras y arrojar luz al camino.

A ti, esa persona que todos los días está a mi lado, en cuerpo y en mente, que me trae de nuevo a tierra cuando pierdo el horizonte, me tolera y sinceramente me ama, te agradezco, y agradezco a la vida y al universo por poner de manera tan inesperada, un ángel en mi camino. 
 

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