Breve manual de supervivencia


 Cada día que comienza con una despedida; cada vez que nos separamos por esos interminables instantes que se suceden uno tras otro sin la presencia de esa persona que nos llena de felicidad con su sola compañía, se instala un pensamiento en mi mente, una idea constante y recurrente que me vuelve a tu recuerdo y me hace revivir con amor los últimos segundos que disfruto de tomar tu mano y besar tu boca en el momento previo de la despedida. 

Esos pensamientos tienen la magia de curar heridas y de reducir el tiempo que nos separa; cada que vuelvo a tu bella imagen que sonríe y se alegra de tomarme de la mano, mis ilusiones vuelan y llegan a ti cargadas de energía y de amor, como ondas que se propagan por un lago en calma, como un dominó en caída después de que se empuja la primera ficha; una reacción en cadena que comienza con las letras de tu nombre y termina en la comisura de tus labios, tomado de tu mano y abrazado a tu cintura. 

Es la forma natural que mi corazón construye una ruta para no sucumbir ante tu ausencia; tomando de todas partes la energía necesaria para que la vida fluya por un cauce que me lleve de nuevo a tu lado y por fin adornar mi humilde existencia con la exquisitez de tus aromas, tus sabores y tus colores. 

Entre una selva de preocupaciones y distracciones, existe un salvavidas que me rescata y sin miedo yo lo tomo y me abrazo a él con la esperanza de que el devenir del día me lleve a tu lado para volver a un estado de calma. 

En este mundo difícil, y que a veces parece tan carente de amor, el tuyo hacia mi es como una capa que me cubre, que me aleja del miedo y de la pesadumbre que causa el temor a lo desconocido; tu pecho contra el mío y tu vista fija en mis ojos garantiza que la vida no me atemorice y hallo fuerzas indescriptibles en lo mas profundo de mi ser para enfrentarme con tesón a eso que tanto temo, al pesar de perder lo que mas amo y me ha acompañado siempre; a perder esos vínculos que me atan a la vida y que tú refuerzas como con cables enchapados en oro; resistentes y hermosos. 

Gracias a Dios doy, porque al final del día tuve la energía para superarlo todo y volver a tus brazos y llenarnos nuevamente de esas vibraciones que se conjugan en una sola frecuencia, a la que vibramos solo nosotros dos, porque nuestro amor se suma y crece, y se refuerza y se fortalece.

Con Amor

Cristo...

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