La despedida de un ángel.

Un paso tras otro nos llevó de repente a la cima de una montaña y su vista sobre el pequeño mundo de abajo nos maravilló. En forma de lágrimas el dolor de dar el último adiós rodó por nuestras mejillas mientras nos encontrábamos en la última instancia terrenal en la que su cuerpo yacería cerca de los nuestros, antes de que su puro espíritu ascendiera hasta mezclarse con el infinito, y su esencia fuera el hálito de vida, el impulso que mueve la máquina eterna de la existencia. 

la voz nos tembló, y sin embargo la gracia de la palabra dicha no pudo abandonar aquella madre que arrojaba al viento, en símbolo imperecedero del amor real, puro y libre, sus cenizas; aquellos restos de un ser vivo que iluminó con la fuerza de una supernova la humanidad a su alrededor, al volar impregnaron ese pequeño mundo de abajo y con ello se desató la última cadena que mantenía su existencia en el mundo humano; supo imbuir la tierra a sus pies, con la magia que aguardaba oculta en su alma, llenándola de vida como el milagro que aguarda oculto entre los escondrijos corpóreos de su antigua vida sonriente.


El adiós rompió en llanto, pero su sonrisa retumbó en los altos cielos de este mundo como cuando aún caminaba entre nosotros, su abrazo se sintió cálido y el viento frío llegó a borrar las lágrimas que rodaron por nuestras mejillas como el bálsamo puro de una voz celestial que, venida desde el mejor de los cielos, donde no hay dolor y solo alegría, nos atravesó el pecho y nos hizo vibrar con los latidos vivos de un ser que yace más allá de nuestro entendimiento; la conciencia entre nosotros despertó ávida, comprendiendo que aquel latido que ahora sentíamos tan propio y tan profundo, era la voz del universo que recibe con amor lo que alguna vez hace unos años entregó con amor, y que ahora reclama con orgullo aquel ser alado que tomó las piedras de su camino y construyó una escalera a la felicidad, cada vez más lejos del miedo. 

Aquí quedamos los otros, tocados por su esencia pura, con la misión de continuar la batalla que ella con tanto ahínco se resistió a abandonar, aquí queda el legado vivo de una historia digna de replicar; en nuestra mente y nuestros corazones sonará por siempre la risa dulce que hizo la lucha más llevadera, y en adelante todos sabrán que vivió con amor y entrega, y que, aunque dejó esta tierra, su luz nunca se irá de nuestros corazones. 

Por siempre a tu lado, hermana mía.


Cristo...

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