El Regalo.
Hoy, al calor de tu abrazo que me inspira, quiero dedicar el tiempo preciso y justo para honrar los días que con tanta intensidad se han iluminado con tu compañía. Hoy, al despuntar el alba, tu frente a mi, con esa sonrisa en los labios y el temblor de emoción que me embarga, cuando tus manos acarician las mías y tus ojos brillan como llenos de la magia que anima la vida, quiero darte mi más preciado tesoro, la mayor fortuna que posee el ser humano y que, gracias a la luz divina que proviene de tu bella existencia, esa que me atraviesa y con calidas manos abraza mi corazón otorgándole el don del latido, parece, contra toda naturaleza, inagotable. Cuando le robo instantes al crudo dueño del destino que nos acerca cada momento a la muerte, le dedico en tono triunfal esa victoria a tu compañía, porque alargar las horas para, al final orgulloso, poder verte me hace un viajero; un aventurero saltando de minuto en minuto para, al son de las taimadas manecillas, engañarnos y disfrutar la dul