Miedo

Sus pasos se sintieron suaves, la sensación en mis oídos fue que carecían de firmeza; no era la muchacha grande y atlética que se reputaba como mi hermana, parecían huecos, vacíos, sin propósito. El temor se apropió de mí cuando, a pesar de su flagrante sonrisa, sus palabras no reflejaban ninguna alegría, las muletillas dominaron, los silencios resonaron estridentes en la soledad del cuarto; su mirada comenzó a desdibujarse y transformarse en una mueca ausente con más congoja que tranquilidad. Las respuestas se ausentaron, huyeron acompañadas de su coordinación y de esa elocuente forma de expresarse.

El miedo más grande se cernió, cayó sobre mis hombros, como una pesada carga; desafortunadamente, esa carga fue un piano pendulando sobre nuestras cabezas durante algún tiempo, y ciegos no supimos mirar arriba para dar un paso y evadir su mortal trayectoria.

Con el dios presente, el dios que se invoca temerosamente cuando no hay razón científica para creer en algo más, eché mano a fuerzas que pensé inexistentes; la mortal caída del piano tambaleante, no logro liquidarnos. Mis brazos se abrazaron a su ser, y mis piernas cargaron el peso ajeno en una caminata, que aunque corta, pareció extenderse por horas, mientras tanto, la claridad de mis pensamientos se nubló, se oscureció al escuchar cómo su voz salía sin sentido, sin gracia; cuando la elocuencia se transformó en incoherencia; no obstante, mis piernas no desfallecieron, cansados mis brazos no se apabullaron por la debilidad de mi mente, apretaron el paso, animados por una fuerza incomprensible.

Lastimosamente la fuerza incomprensible no logró convencer mi atribulado pensamiento y cuando supe segura la vida que protegía, me quebré; fue la fuerza de otros la que apagó el llanto, los brazos de otros soportaron los míos y la sonrisa de mi fraterna y dulce figura estuvo a salvo.

Cuando los brazos amigos se cansaron de animarnos, cuando el irresistible virus del miedo permeó la tranquilidad de los cercanos, cuando lejos de encontrar luz al final del túnel, se sintió como el peso de ese enorme piano parecía aplastar sin remedio nuestras pequeñas ilusiones, la genialidad humana se manifestó; nuevamente fuertes brazos ajenos acudieron a sacudir nuestros temores y a llenarnos de motivos para darle poder a la misteriosa fuerza.

La genialidad humana se manifestó en la forma de una mujer, que, cuidadosamente eligió las mejores palabras para espantar el temor, la fuerza de sus argumentos y la claridad y pasividad de su mirada se apostaron como puntales bajo el creciente y pesado piano; su mortal caída se detuvo, su destructivo peso se amedrentó con el fuego de la vida que no se deja extinguir.

Luego de las amargas e interminables horas, su sonrisa volvió, y con ella mis ganas de seguir viviendo.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Exelente blogs
Unknown ha dicho que…
Maravilloso qué gran amor
Unknown ha dicho que…
Excelente
ALEXANDRA ha dicho que…
Wow que manera de escribir, muy inspirado
Yessica ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Yessica ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Blogs recomendados.

Entradas populares de este blog

Breve manual de supervivencia

La despedida de un ángel.

Una nueva esperanza