Sobre el Prado.

Como dos hojas que danzan al son del viento, una siguiendo la otra, en inimaginables figuras de extensa complejidad, unidas por un vínculo mas allá de lo físico, el ritmo que las atrae en giros incesantes, que les da vida, porque son mas que eso, son dos almas que demuestran lo que sienten, con sutileza y delicadeza, escribiendo en el aire las palabras dulces que en la mente de ambas se dibujan, y que en tiernas melodías la imaginación les susurra a sus oídos.
En ese constante girar despreocupado pero complejo se atraen y en veces se chocan y dejan impregnados la una en la otra los olores que a través del tiempo evocarán ese momento.  Choques que por violentos y fugaces no dejan de ser caricias a sus ojos, porque se sienten atraídas, aun cuando la turbulencia del ritmo al que están inevitablemente sujetas no permita que descansen la una sobre la otra.

En ocasiones preferirían que la turbulencia las destrozara para no sufrir la lejanía del vaivén del viento, pero siempre que se cruzan son felices por un instante, y ese instante dura por siempre en la idealización de cada una, y así será hasta que vuelva a ocurrir, que una ráfaga de viento las haga cruzar de nuevo en una danza de inimaginables figuras y extensa complejidad. 




 Cristo...

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